Cada vez que tengo la oportunidad de interactuar con una nueva empresa, me gusta tocar el tema de las metodologías que usan para innovar. Lo hago por muchas razones, pero la principal es para entender en qué etapa del camino de innovación se encuentran y el camino que han recorrido hasta ese momento. Ya entrados en la conversación, la pregunta que me hacen a mi muy a menudo es ¿cuál es la mejor metodología para innovar? y la verdad es que considero que la metodología “perfecta” no existe, o al menos no existe una que le funcione igual o le agregue el mismo valor a todas las empresas, considero que cada compañía debe establecer una innovación propia, con una definición propia y con una forma muy “propia” de hacer las cosas, encontrando la manera en que mejor puede funcionar y operar la innovación en cada compañía.

Es por esto que el primer paso debe ser el conocer y entender muchas metodologías de innovación, como dijo el gran Abraham Maslow (si el de la pirámide de necesidades de Maslow) si su única herramienta es un martillo, tiendes a tratar cada problema como si fuera un clavo”. Es por esto que debemos evitar el pensamiento de que una metodología me va a servir para todos mis esfuerzos de innovación y que una única herramienta va a solucionar todos mis problemas, hay que conocer y entender el valor que agrega cada una de las metodologías y más aún saber en qué momento y en qué tipo de esfuerzo de innovación necesito aplicarla. Esto no quiere decir que no hayan algunos marcos conceptuales que puedan percibirse como herramientas muy integrales, como  es el caso del pensamiento de diseño y el diseño centrado en el usuario, herramientas que se conciban como una filosofía y una forma de hacer las cosas, lo mismo puede suceder con el “agilismo” y con la “gerencia de proyectos” todos parten de marcos conceptuales y de una serie de principios/valores/criterios que plantean una forma de hacer las cosas, pero que al igual que los demás se desempeñan mejor en ciertos escenarios donde las condiciones son mejores para el adecuado desarrollo de la metodología.

Esto creo yo es parte de la belleza de este mundo de la innovación, la posibilidad de que todos los creadores de las metodologías y los usuarios de las mismas logremos aportar nuestra mirada personal. Si se fijan, aunque el mercado de la consultoría de innovación es un mercado altamente competido, se puede observar claramente como prácticamente todas las consultoras han logrado encontrar su “nicho” o ganarse un espacio en el mercado con la forma en que han interpretado, en que venden y en que aplican la innovación, es una fórmula que puede mezclar un “expertise” demostrado en una o varias de las principales y más reconocidas metodologías de innovación o en algunos casos es también una adaptación, una personalización que parte de usar estas metodologías como insumo y generar su propia versión.

Eso es entonces precisamente lo que requiere hacer cada empresa; conocer, entender y experimentar con las diferentes metodologías de innovación, ya sea de una manera autodidacta, con el apoyo de una firma de consultoría o simplemente recibiendo conocimiento y experiencias de otra empresa que ya conoce e implementa esas metodologías en cuestión. Se debe probar, se debe validar que le funciona y que no le funciona, porque así como no hay dos personas iguales, no existen dos empresas iguales y por más extrapolables que sean los conceptos y la teoría, siempre van a existir las excepciones a la regla, una cultura que no fluye con una u otra metodología, o una estrategia que no logra ejecutar de la mejor manera con la metodología x o con el marco conceptual y, nuestro reto como empresarios está entonces no solo en generar innovación para nuestros stakeholders, sino en generar innovación en la forma en la que innovamos, conocer muchas metodologías y construir nuestra mejor versión, nuestra mejor metodología de innovación.